Ya de vuelta, sólo espero que haya alguien al otro lado de la pantalla.
Siendo adolescente solía ayudar a mi madre en una pequeña tienda de frutas y verduras que puso en marcha al quedarse viuda. Todos los veranos, mientras estuvo abierto el negocio, se repetía la misma escena. Yo le preguntaba cuando cerraba, para disfrutar las vacaciones, y ella me contestaba que no cerraría porque la competencia en el barrio era tremenda y temía perder parte de la clientela si desaparecía durante un par de semanas. Al fin y al cabo, nuestro principal competidor, a escasos 100 metros, vendía la fruta más barata que nosotros. Yo, como era de esperar, no compartía el argumento y protestaba diciéndole que nuestras frutas eran de mayor calidad y nuestro servicio más atento, así que nada debía temer porque las clientas volverían sin problema alguno al finalizar el descanso veraniego. Nunca me hizo caso, y el pequeño negocio no cerró jamás en el tiempo que estuvo funcionando.
Ahora soy yo el que tiene esta tienda de recetas abierta y si bien las reglas del buen blog dicen que no hay que cerrar nunca y que se debe actualizar tan a menudo como se pueda, he puesto en práctica mis teorías adolescentes sobre la fidelidad comercial. Después de mes y medio con la persiana bajada, espero no tener que dar la razón a mi progenitora.
El verano ha sido intenso en contactos con colegas blogueras. Invitado unos días en casa de Luz -Con Delantal- en el Puerto de Santa María. Bogavante inmenso, gazpacho exquisito y acedías, que nunca había probado, además de tarde de toros con Morante poniendo en pie la plaza. Días más tarde, anfitrión en mi casa, de Pilar -La cocina de Lechuza- y Begoña –Las recetas de Marichu- . Me costó encontrar una buena merluza en esas tierras del Sur, pero creo que al final lo conseguí. Como veis, unas vacaciones muy gastronómicas. Ahora, como todos los años, toca engañarse con la dieta.
Buena semana
Descargar la receta
sábado, 28 de agosto de 2010
Macarrones gratinados
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